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2021, un año de cambios estructurales hacia un sistema financiero sostenible

Antoni Ballabriga, Director Global de Negocio Responsable de BBVA

El año 2021 será recordado como un año de cambio estructural, subiendo el tercer gran peldaño hacia un sistema financiero que integre plenamente la sostenibilidad.

En 2015 se dieron hitos fundamentales que significaron un antes y un después. No solo la aprobación de los ODS o el Acuerdo de París, sino también el discurso sobre La tragedia del horizonte pronunciado por Mark Carney, Presidente del Consejo de Estabilidad Financiera que situó el cambio climático como un riesgo sistémico.

Entre julio de 2017 y marzo de 2018 se subió un segundo peldaño con la aprobación de las recomendaciones TCFD, la creación de la NGFS como red de bancos centrales y el plan de finanzas sostenibles de la Comisión Europea.

Pues bien, desde entonces han pasado muchas cosas pero en 2021 han acontecido hitos que significan una tercera ola en este desarrollo exponencial. Y no me voy a centrar en el crecimiento de mercado con la movilización de un billón y medio de dólares, sino en elementos estructurales en la construcción de esta nueva arquitectura del sistema financiero.

En primer lugar, 2021 ha sido el año del compromiso de cero emisiones netas en el sector financiero. Hasta principios del año pasado, solo unas pocas entidades habíamos avanzado como BBVA en 2018 en la COP de Katowice.

En abril de 2021 se creó la Glasgow Finance Alliance for Net Zero (GFANZ), una coalición de 450 entidades financieras con 130 billones de dólares en activos, que acoge a la Net Zero banking Alliance y con bancos que representamos el 40% del sistema bancario. Algo inimaginable apenas unos meses antes y que es una señal inequívoca para los gobiernos y empresas de que el sector financiero está listo para financiar esta transformación.

En segundo lugar, 2021 ha sido el año del regreso de Estados Unidos al Acuerdo de París y ello ha tenido claramente muchas implicaciones. Destacaría especialmente la creación del International Sustainability Standards Board con el mandato para definir un estándar global.

En Europa, se ha empezado a definir una robusta taxonomía sostenible y ha sido también el año en el que ha visto la luz la nueva estrategia de la Comisión donde destaca, sobre todo, la nueva visión de la transición. Por primera vez se va a profundizar en cómo movilizar no solo más inversión en actividades netamente sostenibles, sino también en cómo acompañar a la economía en su conjunto.

Finalmente, un cuarto hito estructural ha sido la integración del cambio climático en las prácticas de supervisión bancaria con el BCE a la cabeza con la implementación de la guía de expectativas y su primer stress test top-down. Unos primeros pasos que van acompañados por el inicio de los trabajos del Comité de Basilea.

¿Qué cabe esperar en 2022? Pues la concreción de todas estas iniciativas que se han gestado en 2021 pero en mi opinión no se darán las circunstancias todavía para la cuarta ola de cambio estructural para la que deberemos esperar algún año más. ¿Y cuáles serán los detonantes en ese momento? Creo que tenemos tres grandes retos pendientes: la plena incorporación de los países emergentes, la biodiversidad y el capital, y los derechos humanos. No tengamos ninguna duda de que llegará su momento, y será más pronto que tarde.

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